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Miguel Lisbona Guillén
que señala imposible que la representación traduzca la divinidad,62 ya que
«le divin est trop hau et trop loin».63
Si las referencias que construyen este texto están extraÃdas básicamen-
te del periodo posrevolucionario de México, y en concreto de Chiapas, eso
no es óbice para mostrar que el temor a la idolatrÃa por parte de los con-
quistadores hispanos ha ilustrado gran parte de los estudios que abordan el
periodo colonial de la hoy entidad federativa mexicana,64 al mismo tiempo
que ha suscitado debates teóricos teñidos de la idea decimonónica de su-
pervivencia cuando se piensa en las imágenes católicas y lo que representan
para los creyentes, especialmente si estos son indÃgenas. Serge Gruzinski, al
explorar lo que denomina idoloclastia de los conquistadores a su llegada al
Nuevo Mundo, destaca cómo la destrucción de los Ãdolos americanos fue
entendida como una «espectacular descontaminación»65, la cual no podÃa
eliminar el papel de las imágenes sino el de los considerados Ãdolos, puesto
que los militares primero, y los evangelizadores después, impusieron la ima-
ginerÃa católica. Esta imposición, ejemplificada en la figura de Cortés y no
exenta de múltiples escollos por parte de los indÃgenas, confió en la «eficacia
material» y taumatúrgica de las imágenes más que en su capacidad didáctica
o evocativa,66 aspecto que intentarÃan enmendar los primeros franciscanos
al demarcar con claridad «la dicotomÃa del significante y del significado, de
la imagen y de la “cosa representadaâ€Â».
Es decir, las imágenes cristianas debÃan ser «instrumentos del recuerdo
y de la memoria» para evitar las posibles confusiones alegóricas;67 sin em-
bargo, para el historiador francés triunfó la piedad barroca, representada en
su análisis por el dominico Alonso de Montúfar, que dotaba a las imágenes
de una eficacia simbólica cercana al milagro y al poder taumatúrgico.68 Si las
afirmaciones hasta ahora expuestas son ciertas, es indudable que «romper
las imágenes es propio de una sociedad que les otorga un lugar importante»69
62  A. Megged analiza la obra de Fray Bartolomé de las Casas referida a la idolatrÃa
de los indÃgenas para afirmar que el problema que observaba el religioso hispano no lo
«constituÃa la adoración de piedras sino la veneración de sus representaciones natura-
les», «los Ãdolos son solamente intermediarios entre los hombres que rinden culto y las
virtudes divinas del Creador», op. cit., p. 161.
63  La traducción es mÃa: «lo divino está demasiado alto y demasiado lejos», A.
Besançon, op. cit., p. 237.
64  Un magnÃfico ejemplo se encuentra en la obra de D. Aramoni, Los refugios de lo
sagrado..., 1992.
65  S. Gruzinski, op. cit., pp. 57-58.
66  IbÃd., p. 48.
67  IbÃd., p. 75.
68  IbÃd., p. 109.
69  IbÃd., p. 164.