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Las vÃrgenes guatemaltecas del obispo Diego de Landa...
Lo que revela la iconografÃa izamaleña
La obra de Lizana sobre Nuestra Señora de Izamal fue publicada con una
lámina de la escultura realizada por Aguirre (Figura 2). Un «tosco grabado»
—como lo define Acuña—, pero que permite hacerse una idea de cómo era
esa talla de cuerpo entero y de vestimenta estofada. En ella se observa a una
Virgen de la Concepción que mira hacia el frente —o ligeramente a la izÂ
quierda—, con la cabeza cubierta por una larga cabellera, corona «abierta»,
una saya o túnica y un manto simple, los brazos doblados y las manos levanÂ
tadas en actitud de plegaria, de pie sobre una media luna de grandes proÂ
porciones, pero sin que la acompañe peana o remate alguno. En resumidas
cuentas, una escultura de talla completa, como lo advertÃa López Cogolludo,
que estaba estofada, resaltando con ello los pliegues de su vestimenta en lo que
podrÃa ser otro elemento manierista prebarroco.35
Seguidamente, las otras dos imágenes de origen colonial que se conserÂ
van de la escultura son las pinturas existentes en la capilla de la pila bautisÂ
mal de la Catedral y en la Pinacoteca del Estado Juan Gamboa Guzmán de
la ciudad de Mérida. De la primera (Figura 3), realizada en 1769, Carrillo y
Ancona dejó la siguiente apreciación:
Un cuadro pintado al óleo, de no muy buen pincel, la verdad, lo que indica la
falta de un artista competente, pero era de desear sin duda en aquella ocasión
imágenes de bastidor. Para el siglo XIX, una imagen enana y hierática del siglo XVI no
representaba la majestad generosa y anhelante que exigÃa el culto mariano a raÃz de la deÂ
claración del dogma de la Inmaculada Concepción en 1854. Haciendo una relectura cuiÂ
dadosa de la obra de Vázquez, Gonzalo MejÃa concluye que la Inmaculada Concepción
de San Francisco fue hecha por un importante artista sevillano y llegó a Guatemala con
el padre Tineo en los últimos meses del año 1600. Pronto empezó a salir en procesión, lo
que le acarreó variados accidentes y trasformaciones a lo largo de los decenios hasta que
finalmente la talla quedó convertida en una imagen de bastidor. En 1931, a raÃz de sufrir
una quemadura, el encarnado necesitó una última trasformación, la cual realizó en 1954
el artista Humberto SolÃs, quien trasformó la talla con vestiduras estáticas en una con
manto de pliegues airosos bajo el cual descansa la media luna de plata. Por su parte, la
«Chapetona» sufrió una suerte parecida aunque actualmente conserva gran parte del
cuerpo tallado y la media luna, asà como la peana de plata sobre la que reposa desde sus
primeros tiempos, mientras que la de San Francisco la hicieron crecer hasta una proporÂ
ción de nueve cabezas. Sin embargo, a pesar de las modificaciones sufridas, esta también
guarda parecido con la de Ciudad Vieja, sobre todo en la posición del cuello y las manos
asà como en la actitud general, lo que parece confirmar que provienen de la mano de un
mismo escultor. Véase: G. MejÃa Ruiz, op. cit., pp. 6-8, 37-41. Véase también M. A. Ubico
Calderón, Datos históricos de la imagen de N. S. de Concepción…, 2001.
35  S. M. González Cicero, Nuestra señora de Izamal..., 2001, p. [4].