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El vigor de las imágenes. Miradas interdisciplinarias
hay que desterrar toda superstición; evÃtese todo torpe comercio».38 Como
bien lo entendió Marzal, los santos en América Latina, al menos para buena
parte de su población, «están de alguna manera vivos» puesto que escuchan
oraciones y otorgan bendiciones, milagros o castigos. Son, en muchos ca-
sos, parte de la familia.39
Esta confrontación entre lo sagrado mediatizado a través de distintos ca-
nales y la abolición de las mediaciones,40 no solo es una lucha entre el catoli-
cismo romano y el cristianismo reformado, que se extiende en la actualid ad
por el crecimiento paulatino de grupos no católicos en el ámbito geográfico
de América Latina y de México en concreto, sino también entre las institu-
ciones eclesiásticas católicas y las prácticas que bajo su amparo, al menos
nominal, lleva a cabo una feligresÃa que encuentra en las imágenes respues-
tas que no siempre son las deseadas, por pensadas, en el seno de la Iglesia
católica.
Nada parece indicar que en la actualidad muchas de las acciones ritua-
les de los pueblos mesoamericanos, territorio en el que se centran buena
parte de los capÃtulos de este libro, no sigan enfrentando denuestos o cues-
tionamientos desde las instituciones religiosas o polÃticas. Lógicamente, las
representaciones de santos y vÃrgenes no pueden ahora ser tratadas como lo
fueron en su dÃa las prehispánicas, a las que se dio el carácter de demonios,41
pero sà pueden ser atacadas las formas de relación que se mantiene con ellas,
como está reiteradamente asentado en la etnografÃa que aborda algún tema
afÃn a lo sacro.
Como con acierto señala Mario Humberto Ruz,
[…] los santos no son concebidos como representaciones icónicas de figuras
históricas o mÃticas ni tampoco epifanÃas de una deidad única. Sean tenidos
por dioses ellos mismos, por mensajeros de éstos o por héroes culturales; por
vehÃcuÂlos de la divinidad cristiana o de las prehispánicas; se las asocie con el
cielo, la tierra o el Inframundo, son personajes por derecho propio, y personajes
de tal manera reinterpretados que al mismo tiempo que la segunda persona de
la Trinidad cristiana se concibe a menudo no como un dios sino como inte-
grante del santoral, a éste se incorporan en ocasiones —en contrapartida— an-
tiguas divinidades mayas.42
38  M. Marzal, op. cit., pp. 272-274.
39  IbÃd., pp. 374-375.
40 P. Berger, El dosel sagrado, 1999, p. 162.
41  M. H. Ruz, «Liminar», 2006, pp. 13-14.
42  M. H. Ruz, «La familia divina…», 2006, pp. 21-22.