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E. Fernando Nava López
práctica del modelo, que van desde los altos mandos correspondientes
—ubicados en las subsecretarÃas del Sector Educación, tanto en el ámbito
federal como estatal—, los titulares de los órganos u organismos del ramo
—donde ocupan un lugar estratégico los correspondientes a la Dirección
General de Educación IndÃgena y a la Coordinación General de Educación
Intercultural y Bilingüe—, los inspectores, los directores de zona escolar o
de escuela en particular, y asà hasta llegar a los profesores frente a grupo.
En los materiales, finalmente, deben relacionarse aquellos de que se valen
los agentes —especialmente el personal docente— para el funcionamien-
to y la aplicación del modelo. Aquà no solo deben considerarse los libros
de texto, sino también las guÃas didácticas, los libros del maestro y demás
que tienen aplicación más o menos directa en el aula; en algún sentido,
también integran estos materiales los textos teóricos, metodológicos, an-
tológicos y de otra Ãndole, correspondientes al currÃculo de los programas
de formación de profesores. Ese currÃculo, a su vez, no está en el aire, sino
que se encuentra anclado al punto de partida de la trÃada: el modelo.
Esquemáticamente, la trÃada queda representada del siguiente modo:
modelo   agentes   materiales
Con todo, lo relevante del binomio educación-Estado como una gene-
ralidad en nuestro contexto no es lograr la mejor sÃntesis de lo que en-
cubre la expresión educación indÃgena; lo verdaderamente trascenden-
tal, necesario y retador es la transformación de la trÃada conforme a
las demandas de la población civil, a los derechos humanos fundamen-
tales, asà como a la legislación vigente. La transformación de la trÃada
debe ser integral. Poco significado tendrÃa una mejora hecha únicamente
a los materiales, por sustantiva que fuera, si en los programas de forma-
ción docente permanecen las directrices teórico-ideológicas que siguen
presentándose, como el fantasma de la castellanización; si no se renueva
la metodologÃa para avanzar en la incorporación de contenidos cultu-
ralmente pertinentes y, entre muchas otras cuestiones más, si no se me-
jora el entrenamiento para que los profesores resuelvan diversas cuestio-
nes prácticas, especialmente de naturaleza lingüÃstica. Lógico es que, aun
reformando totalmente los programas de formación de profesores —con
las respectivas actualizaciones de los materiales— y lográndose la aper-
tura de la conciencia sociolingüÃstica tanto de ellos como del resto de los
agentes, la situación seguirá esencialmente igual si no se hacen también
cambios de fondo en el modelo.