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      Sarah Corona Berkin

sor nos explicó que la propuesta nacional de mexicanidad, donde los az-
tecas y los españoles son los ancestros de los mexicanos, no funciona con
ellos, que registran a los aztecas como enemigos de los wixáritari, y menos
aún reconocen a los españoles como sus antepasados.

     Estas anécdotas, más que desviaciones, las considero epígrafes que
orientan y resumen lo que vendrá después. En otras palabras, en mi pro-
puesta se observará una perspectiva comunicativa de la educación. Co-
municativa en el sentido político del término, una perspectiva que busca
comprender la educación en su función sustancial para convivir en el es-
pacio público.

     Me interesa destacar con la primera historia que la tarea de clasificar
indígenas y no indígenas plantea el problema de educar para los distintos
y poner en el centro las diferencias culturales. Con la pequeña pensadora
me aparto de este supuesto. Mi preocupación es que, al poner en el centro
las culturas, como en la educación intercultural, se dé por sentado que las
diferencias son culturales y, por lo tanto, no se vean los discursos dife-
rentes —sean políticos, ideológicos, éticos, etc.— de todos los otros que
somos todos. Sin mencionar que se termina solo viendo las «diferencias»
de los «diferentes» y no las de los «normales».

     Con la segunda anécdota, también me adhiero a la propuesta contra-
ria, la del profesor wixárika: todos somos distintos, no hay una historia
nacional sino fragmentos de historias, de propuestas educativas, de mirar
y vivir el mundo, que no están contemplados en la educación oficial. Fren-
te al problema de diferenciar en claros compartimentos a los diversos, está
también el problema de no reconocer los múltiples fragmentos de una
historia nacional narrados desde la propia voz de los diversos.

     En otras palabras, para el sistema educativo pareciera que es un deber
diferenciar entre indígenas y mestizos o entre tradicionales y modernos,
pero la pequeña sabe que enunciar esas diferencias clasifica y distingue al-
gunas veces lo indistinguible. Estas etiquetas finalmente oponen a los di-
ferentes de los «normales». Pero, por otro lado, como el profesor wixárika
Carlos Salvador nos señala, tampoco pensamos todos de la misma forma,
ni vivimos o nos consideramos mexicanos bajo una única narración de
nación.

     Y nos han convocado para educar en esta compleja situación. El en-
cargo requiere múltiples enfoques, desde diferentes ángulos y perspec-
tivas. Con mi intervención, desde una propuesta comunicativa, busco
nombrar otras cosas que la educación intercultural no siempre considera.
Para precisar mi propuesta me referiré a la educación «entre voces», y
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